MANIFIESTO:Diseño inteligente: fe contra evidencia científica
Desde la Sociedad para el Avance del Pensamiento Crítico (ARP-SAPC) queremos hacer constar nuestra preocupación ante la exportación interesada del falso debate entre Evolución y «Diseño inteligente» a nuestro país.
Desde la publicación de El Origen de las especies de Charles Darwin (a finales de noviembre de 1859), la Teoría de la evolución de las especies por selección natural ha constituido la base de la biología moderna. Nuestra comprensión de la vida y de los fenómenos naturales está indisolublemente fundamentada en la denominada síntesis moderna, que complementa las ideas de Darwin y Wallace con los mecanismos hereditarios descubiertos posteriormente por Mendel y otros. Los avances científicos posteriores han establecido categóricamente que todos los organismos vivos, lejos de haber sido creados de manera simultánea, descienden de un antepasado común mediante modificación.
El conocimiento científico se basa en inferencias de la evidencia empírica y en la realización de ensayos que validan o descartan hipótesis falsables. Como toda teoría científica, el evolucionismo cambia según se van conociendo nuevos datos o éstos se analizan a la luz de nuevos descubrimientos. El hecho central de la teoría (la existencia de un antepasado comú a todos los seres vivos y la posterior generación de diversidad por selección natural) no sólo se ha mantenido invariable durante casi 150 años, sino que cada año que pasa las pruebas científicas lo refuerzan más, siendo un hecho científico probado fuera de toda duda razonable.
El camino recorrido para llegar hasta aquí ha sido largo, muy largo. Por centrarnos en hechos totalmente contrastados pongamos que hace unos 4.600 millones de años se formó un gran remolino de gas y polvo que dio lugar al Sistema Solar. Poco después se estrelló contra la Tierra un objeto del tamaño de Marte, que dio lugar a la Luna. Durante 500 millones de años la joven Tierra sufrió otros impactos cósmicos que a su vez generaron condiciones en las que se hizo posible el inicio de la vida, tal y como hoy la conocemos. Aunque parezca lo contrario, la Tierra sigue siendo hoy un planeta peligroso: se cree que el 99% de las especies que algún día existieron se han extinguido a causa de cambios climáticos, colisiones de asteroides, actividad sísmica y volcánica,deriva continental, etc. Un ejemplo famoso es la frontera KT (entre el periodo Cretácico y el Terciario, hace 65 millones de años), donde desapareció aproximadamente el 75% de las especies del registro fósil, incluyendo los célebres dinosaurios.
Los últimos 400 millones de años han sido igualmente agitados: la vida salió del medio acuoso para adaptarse a tierra firme, evolucionando en todas direcciones hacia organismos de mayor o menor complejidad. El resultado: el mundo maravilloso, frágil y complejo que habitamos hoy. Esta extraordinaria sucesión de hechos ha permitido que en las últimas décadas, seres inteligentes como nosotros hayamos reconstruido la historia natural de este proceso y lo hayamos sustentado en hipótesis falsables, según el método científico. En este punto, es importante resaltar que la Teoría de la evolución ni da la explicación al origen de la vida ni tiene por qué hacerlo, ya que para que haya evolución debe haber vida preexistente. Lo que sí hemos probado, en definitiva, es que la vida humana surgió así. Este hecho, de por sí, es un hallazgo de primera magnitud. Sabemos quiénes somos y de dónde venimos. A dónde vayamos, es otra historia.
Pero hemos recorrido un largo camino. Por eso resulta cuando menos frustrante que, a estas alturas, un grupúsculo de investigadores que intenta conciliarse con sus creencias haya abandonado el método científico para postular la denominada teoría del Diseño inteligente como una innovación teórica que ofrece una explicación más adecuada al origen de la diversidad de organismos vivos que la teoría de la evolución. En respuesta a estas afirmaciones, asociaciones científicas de prestigio como la Sociedad Americana para el Avance de la Ciencia (AAAS) y la Sociedad americana de Historia de la Ciencia (HSS) han denunciado la existencia de errores conceptuales significativos en su formulación, la ausencia de evidencias científicas creíbles y la utilización errónea de hechos probados científicamente, así como los recientes esfuerzos para eliminar la enseñanza de la evolución del currículo de la escuela secundaria, lo que impedirá a los estudiantes apreciar el proceso histórico de la ciencia como búsqueda intelectual y el entendimiento de su papel en la sociedad.
El llamado Diseño inteligente postula la existencia de una complejidad irreductible en determinados procesos biológicos, lo que a su juicio implicaría la necesidad de la existencia de un Diseñador (del que nada sabemos) ante la supuesta imposibilidad de explicar dichos sistemas complejos por mera selección natural. Para ello, ignora y malinterpreta gran parte de la evidencia existente, sin plantear hipótesis falsables ni presentar una explicación mecanística que sea más acorde con los hechos que la actualmente aceptada. De hecho, no puede ni siquiera calificarse de Teoría, en el sentido que esta palabra tiene en ciencia, pues no constituye un marco teórico acorde con evidencias experimentales y expuesto a la falsabilidad. El desarrollo de esta falsa teoría requiere en último término de explicaciones sobrenaturales, seres de inteligencia y voluntades inescrutables y, en definitiva, conduce a aceptar como ciencia hechos blindados, conceptualmente, al conocimiento científico.
Entre otros errores de bulto del Diseño inteligente, podemos destacar los siguientes:
(a) Llamada a la ignorancia. Aluden a datos que no están disponibles como si fueran pruebas. Es más, algunas de estas afirmaciones ya han sido refutadas aunque ignoren los datos correspondientes: caso del flagelo bacteriano y el sistema de secreción tipo III.
(b) La ausencia de ciertas evidencias es considerada como evidencia de que existe un diseñador. ¿Quién diseñó al diseñador? El Diseño inteligente no entra en ese tema, lo que es inaudito en una teoría científica. Si fuera una teoría científica buscaría evidencias de ese diseñador y se preguntaría sobre su origen. No lo hacen porque es una puerta trasera hacia la religión.
(c) Las lagunas que denuncian en la Teoría de la evolución no son tales. El corpus teórico darwinista (o neodarwinista, o sintético de la evolución), lejos de ser una colección de dogmas inamovibles es una aventura humana en pos del conocimiento que se va contínuamente refinando según se van acumulando nuevas pruebas. Esto, lejos de constituir una debilidad de la Teoría como pretenden convencernos desde el Instituto Discovery, está en el mismo fundamento del conocimiento científico y afecta a todos los hechos probados que normalmente asumimos como verídicos.
El Diseño inteligente, por tanto, no puede ni debe ser calificado de teoría científica sino que es un acto de fe, y como tal debe juzgarse. Es pues materia para clases de religión y teología, y no debe formar parte de los estudios de ciencias y menos como alternativa a la teoría de la evolución. La polémica generada recientemente en los Estados Unidos se explica fácilmente si se considera que la religión no se enseña en las escuelas públicas de ese país por el imperativo constitucional de neutralidad religiosa. Es más, en 1987 el Tribunal Supremo de los EE.UU. prohibió la enseñanza del creacionismo (creation science), una relectura pseudocientífica del Génesis inventada en los años 60. Desde entonces, los creacionistas han evolucionado su doctrina hasta el actual Diseño inteligente en un intento proselitista de expandir una determinada visión del cosmos mediante supuestas evidencias científicas. En ese sentido, la victoria del sentido común en la reciente sentencia del caso Kitzmiller contra Dover ha sido de gran importancia para que la enseñanza de la ciencia en EE.UU. y en el resto del mundo siga haciendo honor a lo que siempre ha sido: la versión de los hechos más ajustada a la realidad que hemos podido generar.
Desde la Sociedad para el Avance del Pensamiento Crítico (ARP-SAPC) queremos hacer constar nuestra preocupación ante la exportación interesada del falso debate entre Evolución y Diseño inteligente a nuestro país. En los últimos años, hemos tenido noticia de episodios de revisión creacionista del currículo educativo en países como Italia, Brasil y Serbia. Algunos artículos recientes en prensa en los que nuevamente se presenta el Diseño inteligente como teoría científica alternativa al darwinismo han hecho saltar nuestras luces de alarma. Lejos de querer restringir la libertad de expresión de cualquier tipo de ideas, incluyendo las no basadas en la evidencia, estamos a favor de llamar a las cosas por su nombre: mientras el Diseño inteligente no siga escrupulosamente las reglas del método científico, tampoco debe gozar de la respetabilidad asociada al conocimiento generado mediante el mismo.
El presente documento ha sido elaborado coletcivamente por los socios de ARP-Sociedad para el Avance del Pensamiento Ctrítico, a partir de un texto original de Ander Izeta.
Desde la publicación de El Origen de las especies de Charles Darwin (a finales de noviembre de 1859), la Teoría de la evolución de las especies por selección natural ha constituido la base de la biología moderna. Nuestra comprensión de la vida y de los fenómenos naturales está indisolublemente fundamentada en la denominada síntesis moderna, que complementa las ideas de Darwin y Wallace con los mecanismos hereditarios descubiertos posteriormente por Mendel y otros. Los avances científicos posteriores han establecido categóricamente que todos los organismos vivos, lejos de haber sido creados de manera simultánea, descienden de un antepasado común mediante modificación.
El conocimiento científico se basa en inferencias de la evidencia empírica y en la realización de ensayos que validan o descartan hipótesis falsables. Como toda teoría científica, el evolucionismo cambia según se van conociendo nuevos datos o éstos se analizan a la luz de nuevos descubrimientos. El hecho central de la teoría (la existencia de un antepasado comú a todos los seres vivos y la posterior generación de diversidad por selección natural) no sólo se ha mantenido invariable durante casi 150 años, sino que cada año que pasa las pruebas científicas lo refuerzan más, siendo un hecho científico probado fuera de toda duda razonable.
El camino recorrido para llegar hasta aquí ha sido largo, muy largo. Por centrarnos en hechos totalmente contrastados pongamos que hace unos 4.600 millones de años se formó un gran remolino de gas y polvo que dio lugar al Sistema Solar. Poco después se estrelló contra la Tierra un objeto del tamaño de Marte, que dio lugar a la Luna. Durante 500 millones de años la joven Tierra sufrió otros impactos cósmicos que a su vez generaron condiciones en las que se hizo posible el inicio de la vida, tal y como hoy la conocemos. Aunque parezca lo contrario, la Tierra sigue siendo hoy un planeta peligroso: se cree que el 99% de las especies que algún día existieron se han extinguido a causa de cambios climáticos, colisiones de asteroides, actividad sísmica y volcánica,deriva continental, etc. Un ejemplo famoso es la frontera KT (entre el periodo Cretácico y el Terciario, hace 65 millones de años), donde desapareció aproximadamente el 75% de las especies del registro fósil, incluyendo los célebres dinosaurios.
Los últimos 400 millones de años han sido igualmente agitados: la vida salió del medio acuoso para adaptarse a tierra firme, evolucionando en todas direcciones hacia organismos de mayor o menor complejidad. El resultado: el mundo maravilloso, frágil y complejo que habitamos hoy. Esta extraordinaria sucesión de hechos ha permitido que en las últimas décadas, seres inteligentes como nosotros hayamos reconstruido la historia natural de este proceso y lo hayamos sustentado en hipótesis falsables, según el método científico. En este punto, es importante resaltar que la Teoría de la evolución ni da la explicación al origen de la vida ni tiene por qué hacerlo, ya que para que haya evolución debe haber vida preexistente. Lo que sí hemos probado, en definitiva, es que la vida humana surgió así. Este hecho, de por sí, es un hallazgo de primera magnitud. Sabemos quiénes somos y de dónde venimos. A dónde vayamos, es otra historia.
Pero hemos recorrido un largo camino. Por eso resulta cuando menos frustrante que, a estas alturas, un grupúsculo de investigadores que intenta conciliarse con sus creencias haya abandonado el método científico para postular la denominada teoría del Diseño inteligente como una innovación teórica que ofrece una explicación más adecuada al origen de la diversidad de organismos vivos que la teoría de la evolución. En respuesta a estas afirmaciones, asociaciones científicas de prestigio como la Sociedad Americana para el Avance de la Ciencia (AAAS) y la Sociedad americana de Historia de la Ciencia (HSS) han denunciado la existencia de errores conceptuales significativos en su formulación, la ausencia de evidencias científicas creíbles y la utilización errónea de hechos probados científicamente, así como los recientes esfuerzos para eliminar la enseñanza de la evolución del currículo de la escuela secundaria, lo que impedirá a los estudiantes apreciar el proceso histórico de la ciencia como búsqueda intelectual y el entendimiento de su papel en la sociedad.
El llamado Diseño inteligente postula la existencia de una complejidad irreductible en determinados procesos biológicos, lo que a su juicio implicaría la necesidad de la existencia de un Diseñador (del que nada sabemos) ante la supuesta imposibilidad de explicar dichos sistemas complejos por mera selección natural. Para ello, ignora y malinterpreta gran parte de la evidencia existente, sin plantear hipótesis falsables ni presentar una explicación mecanística que sea más acorde con los hechos que la actualmente aceptada. De hecho, no puede ni siquiera calificarse de Teoría, en el sentido que esta palabra tiene en ciencia, pues no constituye un marco teórico acorde con evidencias experimentales y expuesto a la falsabilidad. El desarrollo de esta falsa teoría requiere en último término de explicaciones sobrenaturales, seres de inteligencia y voluntades inescrutables y, en definitiva, conduce a aceptar como ciencia hechos blindados, conceptualmente, al conocimiento científico.
Entre otros errores de bulto del Diseño inteligente, podemos destacar los siguientes:
(a) Llamada a la ignorancia. Aluden a datos que no están disponibles como si fueran pruebas. Es más, algunas de estas afirmaciones ya han sido refutadas aunque ignoren los datos correspondientes: caso del flagelo bacteriano y el sistema de secreción tipo III.
(b) La ausencia de ciertas evidencias es considerada como evidencia de que existe un diseñador. ¿Quién diseñó al diseñador? El Diseño inteligente no entra en ese tema, lo que es inaudito en una teoría científica. Si fuera una teoría científica buscaría evidencias de ese diseñador y se preguntaría sobre su origen. No lo hacen porque es una puerta trasera hacia la religión.
(c) Las lagunas que denuncian en la Teoría de la evolución no son tales. El corpus teórico darwinista (o neodarwinista, o sintético de la evolución), lejos de ser una colección de dogmas inamovibles es una aventura humana en pos del conocimiento que se va contínuamente refinando según se van acumulando nuevas pruebas. Esto, lejos de constituir una debilidad de la Teoría como pretenden convencernos desde el Instituto Discovery, está en el mismo fundamento del conocimiento científico y afecta a todos los hechos probados que normalmente asumimos como verídicos.
El Diseño inteligente, por tanto, no puede ni debe ser calificado de teoría científica sino que es un acto de fe, y como tal debe juzgarse. Es pues materia para clases de religión y teología, y no debe formar parte de los estudios de ciencias y menos como alternativa a la teoría de la evolución. La polémica generada recientemente en los Estados Unidos se explica fácilmente si se considera que la religión no se enseña en las escuelas públicas de ese país por el imperativo constitucional de neutralidad religiosa. Es más, en 1987 el Tribunal Supremo de los EE.UU. prohibió la enseñanza del creacionismo (creation science), una relectura pseudocientífica del Génesis inventada en los años 60. Desde entonces, los creacionistas han evolucionado su doctrina hasta el actual Diseño inteligente en un intento proselitista de expandir una determinada visión del cosmos mediante supuestas evidencias científicas. En ese sentido, la victoria del sentido común en la reciente sentencia del caso Kitzmiller contra Dover ha sido de gran importancia para que la enseñanza de la ciencia en EE.UU. y en el resto del mundo siga haciendo honor a lo que siempre ha sido: la versión de los hechos más ajustada a la realidad que hemos podido generar.
Desde la Sociedad para el Avance del Pensamiento Crítico (ARP-SAPC) queremos hacer constar nuestra preocupación ante la exportación interesada del falso debate entre Evolución y Diseño inteligente a nuestro país. En los últimos años, hemos tenido noticia de episodios de revisión creacionista del currículo educativo en países como Italia, Brasil y Serbia. Algunos artículos recientes en prensa en los que nuevamente se presenta el Diseño inteligente como teoría científica alternativa al darwinismo han hecho saltar nuestras luces de alarma. Lejos de querer restringir la libertad de expresión de cualquier tipo de ideas, incluyendo las no basadas en la evidencia, estamos a favor de llamar a las cosas por su nombre: mientras el Diseño inteligente no siga escrupulosamente las reglas del método científico, tampoco debe gozar de la respetabilidad asociada al conocimiento generado mediante el mismo.
El presente documento ha sido elaborado coletcivamente por los socios de ARP-Sociedad para el Avance del Pensamiento Ctrítico, a partir de un texto original de Ander Izeta.
POR FAVOR: NO OBSTRUYAN LA LIBERTAD DE EXPRESIÓN.>Y NO MANIPULEN. Hay muchos puntos del evolucionismo que no están demostrados científicamente, en absoluto, y muchos antropólogos y estudiosos cuestionan varios de sus postulados.>>ESPERO QUE FOMENTEN EL DEBATE Y NO HUNDAN A AQUELLOS QUE NO PIENSEN COMO USTEDES.