«La venganza de La Tierra»

El cambio climático está de moda, se habla de él en la tele, la radio, en los dominicales y se escriben libros, muchos libros explicando como hemos llegado a la situación actual y que debemos hacer para corregirla. Uno de esos libros es “La venganza de La Tierra” subtitulado “La teoría de Gaia y el futuro de la humanidad” escrito por James Lovelock.(Ed. Planeta ;ISBN 978-84-08-07028-3)

James Lovelock es un científico británico nacido en 1919 que se graduó en química pero que en su larga carrera profesional ha trabajado en multitud de campos: medicina, biología, instrumental científico, geofisiología, etc. En este punto tengo que reconocer que me he tenido que parar a buscar que era eso de la geofisiología, y tiene que ver con la teoría de Gaia que él enunció en los años 60

La teoría de Gaia nació de un requerimiento que le hizo la NASA para intentar descubrir la existencia de vida en Marte. Lovelock pensó que la baja concentración de CO2 en la atmósfera era la prueba de que ésta no se encontraba en equilibrio químico, y que esta situación era debida a que la presencia de la vida alteraba el equilibrio atmosférico llevándolo a un punto de menor entropía. El detector de vida que la sonda debía llevar a Marte debía ser un medidor de entropía.

El fundamento de la teoría que desarrolló era que los seres vivos y el planeta en el que viven formaban un sistema complejo con capacidad de autorregulación. No fue muy bien acogida por otros científicos, porque parecía considerar al planeta como un ser vivo.

El libro está escrito con un tono muy amable huyendo del catastrofismo, sin embargo la trascendencia económica y cultural de las actividades que desequilibran Gaia y lo poco efectivas que son las medidas propuestas para corregirlas me dejaron sumido en el pesimismo.

Lovelock arroja un jarro de agua fría sobre los que piensan que los biocombustibles pueden formar parte de la solución al consumo de petroleo. Se necesitarían 2-3 GTm de carbono en forma de biocombustibles para sustituir el petroleo en el transporte, frente a las 0,5 GTm de carbono que empleamos como alimento. Esto significa que deberíamos multiplicar por 6 la superficie que actualmente dedicamos a la agricultura y el equilibrio del planeta no lo soportaría. De hecho, Lovelock propone en otro capítulo del libro reducir la superficie cultivada del planeta sintetizando alimentos para animales de granja. Los biocombustibles serían interesantes si se obtuviesen de residuos vegetales pero dejarían de serlo si les habilitamos nuevas zonas de cultivo.

Respecto a la energía eólica, las granjas de aerogeneradores ocasionan un impacto ambiental, además sólo están operativas un 15% del tiempo, por lo que habría que compaginarla con otras fuentes.

La combustión de gas natural produce menos CO2, pero él mismo es un gas de efecto invernadero 4 veces más pernicioso que el dióxido de carbono y los escapes durante su utilización podrían llegar a anular sus ventajas.

Bueno, ¿y qué podemos hacer?. Lovelock considera la energía de fusión nuclear como la solución a nuestros problemas de energía, sin embargo hasta que sea técnicamente viable debe considerarse utilizar la energía de fisión como fuente de energía transitoria, complementada con energía hidroeléctrica y solar. A favor de la fisión nuclear destaca su seguridad, (muertes/cantidad de energía producida), sus residuos son peligrosos pero fácilmente controlables porque se generan en puntos conocidos, a diferencia de lo que le ocurre al CO2 que su generación es más dispersa y por tanto más complicado su control.

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